English Version
My name is Chick Evens. I was visiting the Central Jungles of Peru, in July of 2009, with two family members, and our driver Aaron, and I could not help being interested in the many waterfalls the Satipo jungle had, I felt the greatest desire to go find out, and with my brother-in-law, David, my wife Rosa, and our driver, we paid Aaron seventy soles to take us to two waterfalls, the last being La Resistencia. I was-as my wife already knew, in the habit of going on some of the maddest if not freakish trips in the world: and, when I now think of it, it appears to me, a million marvels that I am alive today.
I do hope I can recall this adventure, to its most candid form, and put it into a balanced momentous narrative; it is by all means, earth-shattering to me.
As I undressed to put my swimming pants on, inside an open aired, bamboo type hut, I was so astonished to see a large wasp climbing down the wooden rafter, as if I had woken it up, and it was scouting to find whom was there, not quite knowing what I was intending to do, and thinking that it was a single wasp, on the prowl, however, saying I knew that I supposed it was not alone, and sure enough, it wasn’t, I saw a second one. I was a little tired from the long walk down the slope to the falls, it was a fine sunny afternoon, and I was determined to go under that cool ice like falls, and go frolic in the downpour, it was the middle of July.
I bent low, to my feet, nevertheless, in a kind of thrill, and took off one of my heavy sandals, and quite as tired as I was, I was not ready for what was about to take place.
I looked at the now-two giant wasps, and the dark corners of this decayed bamboo type hut, Aaron, David and Rosa, outside the hut, as if holding steady the helm of a ship, and then I said sternly: «I’m going to kill two wasps!» Turning my eyes upon them, and all three of them with big eyes greatly agitated-for they had already seen the wasp hive, in the corner of the hut, I had not. But as I moved my hand in motion to pulverize the two wasps, distinctly by some light of the sun-my face was paler than any white cloud, and my hand shook so excessively that I could scarcely retain hold of the sandal, I found that something had gone wrong…
Turning my eyes upon the three standing outside the hut, their once assumed nonchalant appearance became seriously alarmed. My wife yelled, «No! No! Don’t kill…» now all three faces were looking at me. There was no wind; the sun too, had suddenly increased, as I-out of some automatic impulse-slammed the sole of my shoe onto the two wasps, killing them insensible. Their body moved. Now there was a horrid buzzing sound inside the hive, I had not expected such an indescribable feeling of dread. I again looked at the hive; my knees shook so violently together that I could scarcely stand.
Now vigorously frightened, my wife asked: «What have you done!»
«What is the matter?» I asked, not knowing this kind of wasp, had an unforgiving memory, and would attack, and wait all day for its prey, if necessary.
«-d-d-don’t you know, get out of the hut, they’ll kill you,» yelled Rosa, and she run to the door, pulled me out extremely in despair, with glazed eyes. Somehow I was imitating an outward demeanor of one in perfect possession of his senses, but I must had been in near shock, and we ran down to the waterfalls, under it as the wasps gathered together their plan of attack.
It is hardly possible to conceive the extremity of our terror, now standing under the waterfalls. And now I was coming out of my moment of polarization.
«There is a four foot hole under the waterfalls,» said David (who knew the jungle much more than my wife and I), «we need to follow it out from under here; it goes into a little river.»
By good luck, however, we kept steady, and gradually recovered some degree of calm for our minds to proceed, and one by one we dived deep into pool of water, the falls had created, to make our escape, our hearts increasingly fearful as the wasps now were circling the falls. And when we rose from the plunge forward, the water blinding us, I was utterly benumbed over this encounter, in every limb a weakening sensation, as might have been expected, the wasps flew overhead, searching for us, all of us now of course drenched with water. We took to the car which was a breath away, to our greater freedom, and we all ran to our ultimate escape, the wasps now gathering near the car, but we were no longer in imminent danger. As I looked in back of me, I noticed suddenly, a loud noise, and long stream of wasps, a thousand demonic wasps on our trail, as if soon to, saturate the whole atmosphere.
Written in Huancayo, Peru, inspired by my wife Rosa, in reference to our trip to the Satipo Jungle, in July, 2009; No: 443
Spanish Version
Cataratas «La Resistencia» de Satipo y ¡Terror en Extremidad!
Mi nombre es Chick Evens. Estuve visitando la ciudad de Satipo, en la Selva Central de Peru, en Julio del 2009, con dos miembros familiares y nuestro chofer Aarón, y no pude resistir de estar interesado en las muchas cataratas que la Selva de Satipo tiene para ofrecer; tuve el gran deseo de observarlas, y con mi cuñado David, mi esposa Rosa, y nuestro chofer Aarón, a quien le pagué setenta soles para que nos llevara a ver dos de las muchas cataratas la última siendo «La Resistencia», partimos. Tenía el hábito-como mi esposa ya lo sabe-de tomar algunos de los más locos sino fenómenos viajes en el mundo; y cuando ahora pienso en esto, me parece que ocurrió un millón de milagros de que todavía esté vivo.
Espero poder recordar esta aventura en su más sincera forma, y poner esto en un memento narrativo equilibrado; es por todos los medios, extraordinario para mí.
Mientras me desvestía para ponerme mi ropa de baño, dentro de una especie de cabaña de bambú abierta, estuve muy asombrado de ver una avispa enorme bajando por la viga de madera, como si la hubiera despertado y hubiera estado explorando para ver quién estaba allí, no sabiendo exactamente qué estaba intentando yo hacer. Yo pensé que ésta era una avispa sola, merodeando, sin embargo supuse que no estaba sola; y, efectivamente, no lo estaba, vi a una segunda avispa. Yo estaba un poco cansado por la larga caminata por la ladera de las cataratas, era una tarde soleada muy buena, y estaba determinado a ir bajo la catarata que parecía fría como el hielo, e ir a jugar en su torrente; era mediados del mes de julio.
Me agaché un poco, hacia mis pies, no obstante, con una especie de estremecimiento, y me saqué una de mis pesadas sandalias, y tan cansado como estaba, no estaba listo para lo que iba a tomar lugar.
Miré ahora a las dos avispas gigantes, y a las esquinas oscuras de esta cabaña de bambú decadente-Aarón, David y Rosa, esperaban afuera de la cabaña, como si sosteniendo firme el timón del barco-luego dije severamente: «voy a matar a dos avispas» volviendo mis ojos hacia ellos, y todos los tres estaban con ojos grandes muy agitados-porque ellos ya habían visto el panal de las avispas, en la esquina de la cabaña, pero yo no. Pero mientras ponía mi mano en marcha para pulverizar a las dos avispas-debido a la luz del sol mi cara estaba visiblemente más pálida que cualquier nube blanca y yo agité mi mano tan excesivamente que apenas pude retener mi sandalia-descubrí que algo había estaba yendo mal…
Volviendo mis ojos hacia los tres parados afuera de la cabaña, su una vez supuesta despreocupada apariencia se tornó seriamente alarmada. Mi esposa gritó «¡No! ¡No! ¡No las mates…!» Ahora todas las tres caras estaban mirándome. No había viento y el sol se había intensificado repentinamente, mientras que yo-fuera de un impulso automático-golpeé con la planta de mis sandalias a las dos avispas, matándolas insensiblemente. Sus cuerpos se movieron. Ahora había un feo ruido como zumbido dentro de la colmena, no esperaba tan indescriptible sentimiento de pavor. Miré de nuevo a la colmena, mis rodillas temblaron juntas tan violentamente que apenas podía pararme.
Ahora definitivamente asustada, mi esposa dijo: ¡Qué hiciste!
«¿Cuál es el problema?» pregunté, no sabiendo que esta clase de avispas tiene una memoria imperdonable, y que atacarían y esperarían el día entero por su presa, si era necesario.
«¿N…n…no lo sabes? Sal de la cabaña, ellas te matarán», gritó Rosa, y corrió hacia la puerta y me jaló desesperadamente, con ojos vidriosos. De alguna forma yo estaba imitando una apariencia externa de uno que está en perfecta posesión de sus sentidos, pero debí haber estado cerca a un estado de shock, y corrimos hacia las cataratas, debajo de ésta mientras las avispas ponían junto su plan de ataque.
Es apenas posible imaginar la extremidad de nuestro terror, estando ahora bajo los torrentes de la catarata. Y ahora yo estaba saliendo de mi memento de polarización.
«Hay un pozo de más de un metro de profundidad debajo de la catarata» dijo David (que conocía la selva mucho más que mi esposa y yo), «y necesitamos zambullirnos y seguir la corriente bajo el agua, buceando, ésta nos llevará a un pequeño río».
Sin embargo, con buena suerte, nos mantuvimos firmes y gradualmente recobramos algún grado de calma y así nuestras mentes procedieron, y uno a uno nos zambullimos en lo profundo del pozo que la catarata había creado, para hacer nuestro escape, nuestros corazones cada vez más temerosos mientras las avispas ahora rodeaban la catarata. Y cuando más adelante salimos del agua, el agua nos cegaba, y yo estaba completamente en shock sobre este encuentro, sentía en cada extremidad una sensación de debilidad, como lo hubiera esperado; las avispas volaban arriba, buscándonos. Todos nosotros ahora, por supuesto, empapados con agua nos dirigimos hacia el carro que estaba muy cerca, a nuestra más grande libertad, y todos corrimos a nuestro escape final, las avispas ahora se reunían cerca al carro, pero nosotros ya no estábamos en un peligro inminente. Mientras miré atrás, noté repentinamente un ruido fuerte, y un enjambre enorme de avispas, miles de avispas demoníacas en nuestra senda, como si pronto iban a saturar la total atmósfera.
Nro. 443. Escrito en Huancayo, Perú, inspirado en mi esposa Rosa, en referencia a nuestro viaje a Satipo, en la Selva Central de Perú, en Julio del 2009.
I do hope I can recall this adventure, to its most candid form, and put it into a balanced momentous narrative; it is by all means, earth-shattering to me.
As I undressed to put my swimming pants on, inside an open aired, bamboo type hut, I was so astonished to see a large wasp climbing down the wooden rafter, as if I had woken it up, and it was scouting to find whom was there, not quite knowing what I was intending to do, and thinking that it was a single wasp, on the prowl, however, saying I knew that I supposed it was not alone, and sure enough, it wasn’t, I saw a second one. I was a little tired from the long walk down the slope to the falls, it was a fine sunny afternoon, and I was determined to go under that cool ice like falls, and go frolic in the downpour, it was the middle of July.
I bent low, to my feet, nevertheless, in a kind of thrill, and took off one of my heavy sandals, and quite as tired as I was, I was not ready for what was about to take place.
I looked at the now-two giant wasps, and the dark corners of this decayed bamboo type hut, Aaron, David and Rosa, outside the hut, as if holding steady the helm of a ship, and then I said sternly: «I’m going to kill two wasps!» Turning my eyes upon them, and all three of them with big eyes greatly agitated-for they had already seen the wasp hive, in the corner of the hut, I had not. But as I moved my hand in motion to pulverize the two wasps, distinctly by some light of the sun-my face was paler than any white cloud, and my hand shook so excessively that I could scarcely retain hold of the sandal, I found that something had gone wrong…
Turning my eyes upon the three standing outside the hut, their once assumed nonchalant appearance became seriously alarmed. My wife yelled, «No! No! Don’t kill…» now all three faces were looking at me. There was no wind; the sun too, had suddenly increased, as I-out of some automatic impulse-slammed the sole of my shoe onto the two wasps, killing them insensible. Their body moved. Now there was a horrid buzzing sound inside the hive, I had not expected such an indescribable feeling of dread. I again looked at the hive; my knees shook so violently together that I could scarcely stand.
Now vigorously frightened, my wife asked: «What have you done!»
«What is the matter?» I asked, not knowing this kind of wasp, had an unforgiving memory, and would attack, and wait all day for its prey, if necessary.
«-d-d-don’t you know, get out of the hut, they’ll kill you,» yelled Rosa, and she run to the door, pulled me out extremely in despair, with glazed eyes. Somehow I was imitating an outward demeanor of one in perfect possession of his senses, but I must had been in near shock, and we ran down to the waterfalls, under it as the wasps gathered together their plan of attack.
It is hardly possible to conceive the extremity of our terror, now standing under the waterfalls. And now I was coming out of my moment of polarization.
«There is a four foot hole under the waterfalls,» said David (who knew the jungle much more than my wife and I), «we need to follow it out from under here; it goes into a little river.»
By good luck, however, we kept steady, and gradually recovered some degree of calm for our minds to proceed, and one by one we dived deep into pool of water, the falls had created, to make our escape, our hearts increasingly fearful as the wasps now were circling the falls. And when we rose from the plunge forward, the water blinding us, I was utterly benumbed over this encounter, in every limb a weakening sensation, as might have been expected, the wasps flew overhead, searching for us, all of us now of course drenched with water. We took to the car which was a breath away, to our greater freedom, and we all ran to our ultimate escape, the wasps now gathering near the car, but we were no longer in imminent danger. As I looked in back of me, I noticed suddenly, a loud noise, and long stream of wasps, a thousand demonic wasps on our trail, as if soon to, saturate the whole atmosphere.
Written in Huancayo, Peru, inspired by my wife Rosa, in reference to our trip to the Satipo Jungle, in July, 2009; No: 443
Spanish Version
Cataratas «La Resistencia» de Satipo y ¡Terror en Extremidad!
Mi nombre es Chick Evens. Estuve visitando la ciudad de Satipo, en la Selva Central de Peru, en Julio del 2009, con dos miembros familiares y nuestro chofer Aarón, y no pude resistir de estar interesado en las muchas cataratas que la Selva de Satipo tiene para ofrecer; tuve el gran deseo de observarlas, y con mi cuñado David, mi esposa Rosa, y nuestro chofer Aarón, a quien le pagué setenta soles para que nos llevara a ver dos de las muchas cataratas la última siendo «La Resistencia», partimos. Tenía el hábito-como mi esposa ya lo sabe-de tomar algunos de los más locos sino fenómenos viajes en el mundo; y cuando ahora pienso en esto, me parece que ocurrió un millón de milagros de que todavía esté vivo.
Espero poder recordar esta aventura en su más sincera forma, y poner esto en un memento narrativo equilibrado; es por todos los medios, extraordinario para mí.
Mientras me desvestía para ponerme mi ropa de baño, dentro de una especie de cabaña de bambú abierta, estuve muy asombrado de ver una avispa enorme bajando por la viga de madera, como si la hubiera despertado y hubiera estado explorando para ver quién estaba allí, no sabiendo exactamente qué estaba intentando yo hacer. Yo pensé que ésta era una avispa sola, merodeando, sin embargo supuse que no estaba sola; y, efectivamente, no lo estaba, vi a una segunda avispa. Yo estaba un poco cansado por la larga caminata por la ladera de las cataratas, era una tarde soleada muy buena, y estaba determinado a ir bajo la catarata que parecía fría como el hielo, e ir a jugar en su torrente; era mediados del mes de julio.
Me agaché un poco, hacia mis pies, no obstante, con una especie de estremecimiento, y me saqué una de mis pesadas sandalias, y tan cansado como estaba, no estaba listo para lo que iba a tomar lugar.
Miré ahora a las dos avispas gigantes, y a las esquinas oscuras de esta cabaña de bambú decadente-Aarón, David y Rosa, esperaban afuera de la cabaña, como si sosteniendo firme el timón del barco-luego dije severamente: «voy a matar a dos avispas» volviendo mis ojos hacia ellos, y todos los tres estaban con ojos grandes muy agitados-porque ellos ya habían visto el panal de las avispas, en la esquina de la cabaña, pero yo no. Pero mientras ponía mi mano en marcha para pulverizar a las dos avispas-debido a la luz del sol mi cara estaba visiblemente más pálida que cualquier nube blanca y yo agité mi mano tan excesivamente que apenas pude retener mi sandalia-descubrí que algo había estaba yendo mal…
Volviendo mis ojos hacia los tres parados afuera de la cabaña, su una vez supuesta despreocupada apariencia se tornó seriamente alarmada. Mi esposa gritó «¡No! ¡No! ¡No las mates…!» Ahora todas las tres caras estaban mirándome. No había viento y el sol se había intensificado repentinamente, mientras que yo-fuera de un impulso automático-golpeé con la planta de mis sandalias a las dos avispas, matándolas insensiblemente. Sus cuerpos se movieron. Ahora había un feo ruido como zumbido dentro de la colmena, no esperaba tan indescriptible sentimiento de pavor. Miré de nuevo a la colmena, mis rodillas temblaron juntas tan violentamente que apenas podía pararme.
Ahora definitivamente asustada, mi esposa dijo: ¡Qué hiciste!
«¿Cuál es el problema?» pregunté, no sabiendo que esta clase de avispas tiene una memoria imperdonable, y que atacarían y esperarían el día entero por su presa, si era necesario.
«¿N…n…no lo sabes? Sal de la cabaña, ellas te matarán», gritó Rosa, y corrió hacia la puerta y me jaló desesperadamente, con ojos vidriosos. De alguna forma yo estaba imitando una apariencia externa de uno que está en perfecta posesión de sus sentidos, pero debí haber estado cerca a un estado de shock, y corrimos hacia las cataratas, debajo de ésta mientras las avispas ponían junto su plan de ataque.
Es apenas posible imaginar la extremidad de nuestro terror, estando ahora bajo los torrentes de la catarata. Y ahora yo estaba saliendo de mi memento de polarización.
«Hay un pozo de más de un metro de profundidad debajo de la catarata» dijo David (que conocía la selva mucho más que mi esposa y yo), «y necesitamos zambullirnos y seguir la corriente bajo el agua, buceando, ésta nos llevará a un pequeño río».
Sin embargo, con buena suerte, nos mantuvimos firmes y gradualmente recobramos algún grado de calma y así nuestras mentes procedieron, y uno a uno nos zambullimos en lo profundo del pozo que la catarata había creado, para hacer nuestro escape, nuestros corazones cada vez más temerosos mientras las avispas ahora rodeaban la catarata. Y cuando más adelante salimos del agua, el agua nos cegaba, y yo estaba completamente en shock sobre este encuentro, sentía en cada extremidad una sensación de debilidad, como lo hubiera esperado; las avispas volaban arriba, buscándonos. Todos nosotros ahora, por supuesto, empapados con agua nos dirigimos hacia el carro que estaba muy cerca, a nuestra más grande libertad, y todos corrimos a nuestro escape final, las avispas ahora se reunían cerca al carro, pero nosotros ya no estábamos en un peligro inminente. Mientras miré atrás, noté repentinamente un ruido fuerte, y un enjambre enorme de avispas, miles de avispas demoníacas en nuestra senda, como si pronto iban a saturar la total atmósfera.
Nro. 443. Escrito en Huancayo, Perú, inspirado en mi esposa Rosa, en referencia a nuestro viaje a Satipo, en la Selva Central de Perú, en Julio del 2009.
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